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LAS 4 PAREDES


©️George and Betty Woodman


Este espacio en el que cohabitan pensamientos, emociones, recuerdos, frustraciones y más. Estas 4 paredes, las únicas espectadoras que en silencio han observado detalladamente nuestra realidad, nos han mostrado que los cimientos de los muros son las historias vividas, y que los tabiques son, tanto las emociones agradables (amor, alegría, tranquilidad) como las desagradables (enojo, miedo, tristeza). Han generado interpretaciones y significados que realizamos sobre los acontecimientos. El presente se configura en el techo que cubre la habitación, el que resguarda irónicamente el miedo más grande, esto es, el de estar con nuestros pensamientos, esos que nos hacen preguntarnos: ¿quiénes estamos siendo en estas 4 paredes? Las paredes nos están configurando. Ese miedo que crece por la enfermedad que acecha, por las amenazas de las calles, por la violencia silenciada, por las tristezas que ahogan, por las preocupaciones que se normalizan, por la ansiedad de no saber qué hacer; por no estar físicamente presente cuando muere el ser amado, por culparse, odiarse o amarse, por anhelar lo perdurable. La mente no se apacigua entre las 4 paredes, más bien, genera angustia, atormenta, victimiza y debilita. El escritor uruguayo Eduardo Galeano, reflexionó y plasmó en varias de sus citas sobre el tema del miedo, por ejemplo: “Creo que hay que pelear contra el miedo, que se debe asumir que la vida es peligrosa y que eso es lo bueno que la vida tiene para que no se convierta en un mortal aburrimiento” (1). Que sea aburrida o no depende de cómo leamos las circunstancias.


¿Qué sentido, qué significado tienen las aberturas de esas 4 paredes, la ventana y la puerta? La ventana, ventus en latín significa viento, posibilita que la habitación tenga luz y aire. Cuando la abrimos permite contemplar diferentes escenarios fuera de ella, apreciar las maravillas de la naturaleza y gozar de la grandeza humana, alegrarse de la presencia de una mascota o deleitarse del arte y de la cultura proyectada en la imagen urbana. Disfrutar de la vista, nos deja mirar las diferentes perspectivas y significados de lo que se presenta frente a nosotros. O nos invita a cuestionarnos, entre otros, sobre: ¿Cómo nos sentimos? ¿Qué historias queremos vivir? ¿Cómo nos queremos reconstruir? Es cierto, no siempre podemos cambiar las circunstancias, pero sí moldear nuestras expectativas. Esta visión esperanzadora sólo depende de la capacidad de centrarse en el regalo del presente mismo, después de todo, el color del moño lo elegirán las emociones y nuestras realizaciones.


La puerta hace posible acceder o salir de esas 4 paredes. La puerta nos pregunta: ¿Hacia dónde queremos ir? Quizás caminemos para cuestionar, revalorar y resignificar el pasado, o sólo demos un paseo para desahogar y aligerar el dolor y el enojo. Como sea, no podemos escapar de nosotros mismos. Las 4 paredes han evidenciado nuestras fragilidades, han reflejado esas partes que necesitamos sanar para volver a llenar el espacio de gratitud, de optimismo y de admiración como antídoto al enfado, a la indignación o a la tristeza. Lo cierto es que todo pasa. Estamos en un breve espacio que nos invita a aceptar la caducidad y la fugacidad de lo que considerábamos valioso y perenne. Es un tiempo transitorio para reconstruir nuestra condición humana. En 1916, en medio de la Primera Guerra Mundial, Sigmund Freud resaltó en su texto “La Transitoriedad”, que el encierro nos mostró la caducidad de muchas cosas que habíamos juzgado permanentes. Y ante la experiencia de la fragilidad, lo construiremos todo de nuevo (2).



(1) https://vocesdelperiodista.mx/internacional/diez-frases-de-eduardo-galeano-para-sobrellevar-la-pandemia-de-coronavirus/

(2) Fragmentos del texto: La transitoriedad. Freud, S. (1916). En: Obras Completas, vol. XIV. Amorrortu Editores, 1986, pág. 309-311



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